Comentario
Adolf Hitler y su Estado Mayor nunca pudieron creer, ni siquiera cuando tenían al Ejército Rojo en los arrabales de Berlín, en la capacidad de reacción del ejército soviético, esto es: sus posibilidades de reclutamiento, de creación de mandos, de fabricación de inmensas cantidades de armas, muchas de ellas de excelente calidad. Esa incredulidad ante la evidencia fue uno de los numerosos factores que determinó la derrota alemana en la URSS.
Esa capacidad de recuperación se debió a la ayuda proporcionada por los aliados, a veces en condiciones dificilísimas, y a la capacidad del pueblo soviético. A su reclutamiento, que hizo crecer a la infantería de 4,7 millones de hombres en junio de 1941 a 5,1 millones en junio de 1943... ¡después de haber perdido casi cuatro millones de soldados!
Todas las armas aumentaron su poder de forma increíble: la artillería en la primavera de 1943 contaba con casi 20.000 cañones de campaña, que equipaban 29 divisiones de artillería, autentica pesadilla para los ejércitos alemanes, que nunca ya podrían contrarrestar sus enormes concentraciones de fuego.
También habían aumentado su número de carros de combate: las unidades de primera línea contaban con 7.100, lo que era exactamente 1.900 más que el año anterior. Y también habían mejorado su poderío; el esqueleto de las unidades blindadas soviéticas era el formidable T. 34/85.
Este carro, ya sumamente prestigioso por su chasis y blindaje, se convirtió en el pánico de los tanques alemanes cuando incorporó a su torreta el cañón de 85 mm/51,5 calibres, que lanzaba un proyectil de 9,2 kilos a la velocidad de 795 metros por segundo. No había coraza capaz de resistir su impacto a distancia de combate.
Aunque parezca un arma anacrónica a estas alturas del siglo, la caballería aún jugó un papel importante en los frentes del Este. Cuando el barro de primavera paralizaba los carros, la caballería se convertía en el arma de rápida intervención, muy apta para apoyar las rupturas de los ejércitos acorazados. Su incremento entre el comienzo de la guerra y mediados de 1943 fue, también, notable: de 30 a 41 divisiones.
Pero es en el capítulo aéreo donde la evolución soviética fue más ostensible. Los viejos modelos habían ya desaparecido del cielo. La URSS lanzaba al combate aparatos plenamente competitivos con los alemanes, como los de la serie MIG, Lavochkin, los Yakovlev y los Ilyushin, que pusieron en el aire más de 50.000 unidades, complicando la vida a los aviadores alemanes, a sus divisiones acorazadas y a sus nudos de comunicaciones. En 1942 la URSS fabricó 8.000 aparatos; un año más tarde eran 18.000 y en 1944 alcanzaba su techo de producción con 30.000, para descender en 1945 a 25.000.
Otro campo de la actuación soviética que sorprendía continuamente a los alemanes fue la capacidad de sus ingenieros, que resolvían con rapidez e ingenio los miles de problemas que se planteaban en sus frentes. Estas fuerzas, perfectamente adiestradas, fueron mimadas por el alto mando soviético, y también muy reforzadas. En 1942 contaba Moscú con 17 divisiones de ingenieros; en febrero de 1943 ya eran 46 y 55 en el verano del mismo año.
En conclusión, tras su ofensiva de noviembre de 1942 y su toma de Stalingrado, el Ejército Rojo no sólo no había perdido medios y capacidad de combate, sino que los había incrementado y, con renovada moral atacó a los alemanes en el Cáucaso, en Kubán, en la curva del Don y en el Donetz, haciéndoles retroceder hasta el recodo de Dniéper en febrero de 1942.